Las despedidas por lo general
terminan con una promesa por cumplir pero que producen una cierta esperanza
puesta en la mente y el corazón del quien la da y recibe. Algunas de ellas son
ensayadas para que todos los deseos queden claros y ambas partes queden
satisfechas con el adiós, por otro lado hay algunas que son dolorosas por el
silencio que embarga, por la ausencia de esperanza y de futuro y por la
convicción de que a partir de ese adiós, ya nada existe, excepto recuerdos inútiles
que con el tiempo podremos manejar, sin embargo qué hay con ése agradecimiento
por el tiempo que haz y han invertido en ti, qué hay con las promesas que
fueron el motor de tu futuro, y que si no se lograron concluir fueron en algún
momento la motivación que necesitaste cuando te faltaba ese “algo” para
continuar con tu pesada semana. Sólo a veces el decir adiós trae tristeza y
amargura, pero el agradecer a la otra persona te traerá gratitud contigo mismo,
nos hará entender que no hay tiempo perdido ni muerto, sino puro tiempo de
enseñanza y de aprendizaje. Que cada persona es un mundo nuevo y maravilloso,
que cada persona tiene una primavera para prometerte pero también una tormenta
que necesitará de tu ayuda para controlarla, o al menos de tu compañía. Nunca
te despidas sin agradecer, busca la manera de en qué cuando llegue el momento
de voltear la página; antes, te hayas tomado un ratito para escribir “gracias”
y obviamente colocar ese punto final que muchas veces es la puerta a otra nueva
y mejor historia.