No buscaré más en tus ojos lo que deseo. No llenaré mi boca
de palabras que no concuerden con lo tú sientes. No juzgaré tu indiferencia y
mi terca forma de amar. No cargaré conmigo recuerdos que no compartimos. No
sembraré esas ilusiones de las que me hablaste cuando sé que se han ido. No te encargaré mi fe cuando aún no
sabes cómo cuidarla. No tendré pena de dejar atrás los recuerdos que me hacen daño.
No dejaré que la amargura dense mi corazón. No permitiré que mis lágrimas
encuentren un camino en mi rostro. No abandonaré mis sueños, que aún ellos me
necesitan. No dejaré de ser feliz. No me detendré a imaginar el futuro incierto
y dudoso. Gozaré de mi presente, escuchando mi silencio; con ganas de vivir de
la realidad que elegí, sin miedos, sin temor, y dándome cuenta que merezco reír
de ella.
(No hay experiencia vana, existen lecciones eternas; esas que te dejan la noción de saber cómo actuar la próxima vez).