Fue martes, y ya habían pasado cinco años desde que lanzó aquel papel con un adiós y alejó su mirada en cuestión de segundos, jamás pensé en volver a encontrarme con mi propio recuerdo y batallar contra él, y por esta sensación reprimida que ahora no encuentra un nombre para poder identificarla. Sólo chocamos miradas, más ninguna palabra. Ansiedad y miedo fueron los ingredientes de este encuentro sin nombre, que diez años más tarde aun guardan ese gusto agridulce que no puedo olvidar. No le guardo rencor a mi destino, su presencia fue parte de este drama, la cual la única protagonista fui yo. Lo extraño, pero fue el momento de decir adiós.
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